Tengo hastío de círculos cerrados.
De perpendiculares que se cortan siempre,
irremediablemente, en el mismo punto del espacio.
De un sol deshaciéndose en el polvo de una tarde
caminando moribundo, al infinito de un ocaso.
Hastío de unos dedos moviéndose absurdos,
en la absurda llanura de una mano.
Hastío de gargantas que no dicen nada
y de pies que caminan a ningún lado.
hastío de un pecho pegado a otro pecho.
Y de unos labios pegados a otros labios.
Y de una telaraña cansada y silenciosa
entretejiendo sueños al viento de los años.
Y de una primavera. Y de otra primavera.
Y de un verano, un otoño y un remanso.
Y de mí misma. Hastío de mí misma.
Harta de aguantar mi barro en mis costados.
Graciela García Rivas.