domingo, 28 de noviembre de 2010

Delirios de la desconfianza

Osé y temí; y en este desvarío
por la alta frente de un escollo pardo
del precipicio donde no me guardo
sigo la senda, preso el albedrío
con pie dudoso y tardo.
Nuevo ardor me arrebata el pensamiento;
discurro por el yermo con pie errante;
la actividad de un fuego penetrante;
ni la inquietud que en mi interior siento,
huyen de mí un instante;
por el hondo distrito y dilatado
del corazón en fuego enardecido
se explayó el gran raudal de mi gemido
y la dulce memoria de mi amado
hundió en eterno olvido.
Soy ruinas toda, y toda soy destrozos,
escándalo funesto y escarmiento
a los tristes amantes, que sin tiento
levantaron de lágrimas sus gozos,
gozos de inútil viento.
Los que en la primavera de sus días
temieron el desdén de sus amores,
envidien el tesón de mis dolores,
y fuego aprendan de las ansias mías
los finos amadores.

José Iglesias de la Casa